

El término Cónclave, que deriva del latín 'cum-clave', designa un espacio reservado en la casa, precisamente 'cerrado'. En el lenguaje de la Iglesia se utiliza para indicar tanto el lugar cerrado donde tiene lugar la elección del Pontífice como el Colegio de Cardenales llamado a elegir al nuevo Papa.
La legislación vigente en la actualidad para la elección del Papa es la Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 y modificada por Benedicto XVI en 2013. Establece, entre otras cosas, que el Cónclave debe celebrarse en la Capilla Sixtina, definida como la Via Pulchritudinis, el camino de la belleza capaz de guiar la mente y el corazón hacia lo Eterno. El Motu Proprio De Aliquibus Mutationibus in Normis de Electione Romani Pontificis de Benedicto XVI también establece que, después de 34 votaciones en las que no se ha producido ninguna elección, los cardenales deben votar por los dos nombres que hayan recibido más votos en la última votación, manteniendo -incluso en la segunda vuelta- la regla de la mayoría de dos tercios, necesaria para elegir al nuevo pastor de la Iglesia universal.
HOY.-La jornada inició con la tradicional misa “Pro eligendo Pontifice”, celebrada en la basílica de San Pedro y presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio.
Durante su homilía, llamó a sus colegas a actuar con discernimiento, oración y responsabilidad, conscientes del momento decisivo que atraviesa la Iglesia.
Ya por la tarde, los cardenales se reunieron en la Capilla Paulina para iniciar la procesión hacia la Capilla Sixtina. Acompañados por el canto de letanías y el himno Veni Creator Spiritus, caminaron en silencio, invocando la guía del Espíritu Santo antes de encerrarse para comenzar las votaciones que definirán al nuevo pontífice.
Dentro de la Capilla, los cardenales realizaron su juramento de secreto ante los Evangelios, un gesto que refuerza el hermetismo de este proceso.
Luego, el maestro de ceremonias pontificio, monseñor Diego Ravelli, pronunció el emblemático “Extra omnes”, la frase que ordena la salida de todos los no electores y da inicio al encierro.
Con las puertas cerradas, se apaga el mundo exterior y comienza el tiempo del silencio, la oración y la deliberación. En esa atmósfera espiritual y cargada de historia, el Vaticano aguarda la señal más esperada: el humo blanco que anuncie al próximo Papa.