

Por: Martín José Ribeiro
Mi madre, Vicenta Pereyra, una puntana de villa Mercedes San Luis me trajo al mundo en el siglo pasado- 1952 en el mes de febrero- donde cantaban las cigarras por mucho calor, en un día semana, viernes, fecha 8, bien tempranito 6.30 am.
Transcurrieron mis días de infancia bajo el cobijo de mi madre y mi padre. Él se llamaba Martín Ribeiro, hijo de inmigrantes portugueses .
Hombre corpulento alto, de baja formación, rudo, tosco, de mirada con ojos claros lleno de luz. Desde muy niño me enseñaron a vivir compartiendo.
Mi casa, mi hogar era un conventillo en la localidad de Muñíz, San Miguel donde vivíamos cuatro familias compartiendo día a día alegrías, tristezas, fiestas de fin de año, cumpleaños y hasta un casamiento.
Mi padre, un hombre de trabajo, estuvo en Prefectura Marítima en Itatí, trabajó en el campo de sus padres y en Segba fue delegado gremial en el sindicato de Luz Fuerza.
El 16 de junio de 1955 mi padre concurrió al sindicato a gestionar trámites para compañeros en Defensa 453 a 3 cuadras y media de Plaza de Mayo.
A las 12.30 hs sale del gremio por la gran convulsión en las calles, por el golpe al gobierno de Juan Domingo Perón .
Se hizo presente frente a la Casa Rosada y desde ese mismo momento su vida quedó marcada por el horror que presenció: aviones bombardeaban Casa de Gobierno, a la CGT y ametrallaban el Ministerio de Trabajo y Plaza de Mayo.
Mi padre, con espíritu solidario, acudió a asistir en la medida de su posibilidades a heridos quemados y mutilados, mujeres, hombres y niños empaparon con su sangre la plaza de Mayo y los adoquines de las calles... de Montserrat.
Para esas fechas de aniversarios con identidad Peronista, mi padre contaba su experiencia dolorosa, con su rostro empapado en lágrimas.
Mi madre relataba que cuando llegó mi padre muy tarde a casa, su ropa manchada de sangre fue quemada.
Sí...mi padre lloraba con dolor y congoja siempre... cuando contaba su experiencia. Su rostro se endureció con los años y sus ojos claros llenos de luz estaban con esperanza de lucha, fortaleza y templanza, marcando que la verdadera libertad es donarse en compromiso en busca del bien común.
El peronismo tuvo verdaderos hombres comprometidos, héroes anónimos que dejaron con sus ejemplos de militancia el camino de los valores de la justicia social y modelos a copiar.
Seguí el camino señalado, orgulloso del hombre que fue mi padre, y la mujer que fue mi madre. Fui educado en una familia peronista y formado doctrinalmente en la Azul y Blanca del sindicato de Luz y Fuerza .
Se que el trabajo de nuestro movimiento no se logra con la corta vida de los hombres y mujeres, en poco tiempo. Es una vida de lucha constante, donde en nuestra historia tenemos modelos a copiar y fortalecer nuestro espíritu de lucha para las futuras generaciones
Soy peronista y se muy bien que primero la Patria, después el Movimiento, y por último los hombres que juraron con gloria morir.