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Concluido el rito de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, el Papa celebró la Santa Misa en la noche de la Navidad del Señor.Francisco subrayó que la esperanza no es un simple deseo pasivo, sino una invitación a actuar con valentía y compromiso. En sus palabras, "la esperanza exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión". Este llamado resonó en su exhortación a enfrentar el mal y las injusticias con determinación.
El papa Francisco, quien celebró recientemente su 88º cumpleaños, lideró la tradicional Misa del Gallo en la Nochebuena. Durante su sermón, el pontífice compartió un mensaje poderoso sobre la esperanza cristiana, destacando que "el Jubileo nos llama a la renovación espiritual y nos compromete a la transformación de nuestro mundo".
Francisco subrayó que la esperanza no es un simple deseo pasivo, sino una invitación a actuar con valentía y compromiso. En sus palabras, "la esperanza exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión". Este llamado resonó en su exhortación a enfrentar el mal y las injusticias con determinación.
Compromiso con los más vulnerables
Uno de los puntos centrales del mensaje del papa Francisco fue su llamado a llevar esperanza a quienes enfrentan las mayores dificultades. Hizo un especial énfasis en los que viven en la pobreza, los presos, las víctimas de la guerra y aquellos cuyas vidas están marcadas por el sufrimiento y la soledad.
El pontífice también destacó que el Jubileo debe ser un tiempo de redención no solo espiritual, sino también social, promoviendo "un tiempo de jubileo para los países más pobres agobiados por deudas injustas" y para "quienes están sometidos a formas de esclavitud antiguas y nuevas".
“Y hay tantas desolaciones en nuestro tiempo. Pensemos en las guerras, pensemos en los niños ametrallados, en las bombas en las escuelas y en los hospitales”, dijo.
“La esperanza cristiana —precisó el Papa— no es un final feliz que hay que esperar pasivamente; no es un happy ending de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza”.
Siguiendo el ejemplo de los pastores, el Pontífice precisó que “la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar. Y tantos de nosotros tenemos el peligro de acomodarnos en nuestras comodidades”.
“La esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; la esperanza es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres”.